Por Lars Nicolaysen (dpa)
A los japoneses les encantan los robots. Muchas veces, todo se limita al desarrollo de prototipos sensacionales. Sin embargo, difícilmente exista otro país tan abierto a los robots como Japón, y esto también se ve en la vida cotidiana.
Una amable japonesa vestida con un jersey de color rosa está sentada en el sofá y escucha al visitante con una sonrisa decente. «¿Cómo le va?», le pregunta un interlocutor. «Muchas gracias. Estoy bien», responde la joven mujer mientras inclina la cabeza hacia un lado. Después de unos minutos, su sonrisa de repente se congela y su cuerpo se inmoviliza. No es el indicio de una muerte súbita: «Otonaroid» es prácticamente inmortal. No es un ser humano sino un androide femenino: un robot que parece ser casi idéntico a un ser humano y que también se comporta de modo similar.
«Otonaroid» es una de las principales atracciones en el Museo Japonés de Ciencias Emergentes e Innovaciones, también conocido como Miraikan. Mirai significa futuro en japonés. Los que quieran echar un vistazo al futuro tal como se lo imaginan los japoneses debe viajar hasta la isla artificial de Odaiba, en la bahía de Tokio. «Los japoneses consideramos a los robots como un enriquecimiento de la vida», explica el portavoz de Miraikan, Marine Chiba, mientras que un colega suyo se desplaza a toda velocidad en un uni-cub por la sala.
Con este vehículo robótico de la automotriz Honda, una especie de asiento con ruedas, es posible ir más rápido o más despacio, hacer curvas o pararse. En tanto, a unos metros de distancia está dando brincos «Asimo» en medio de los aplausos de los visitantes en la sala. Este robot humanoide, que se parece a un pequeño astronauta, causó sensación en todo el mundo cuando fue presentado hace algunos años y hasta el día de hoy pone de relieve la posición de Japón como una de las naciones líderes en materia de robótica. «Es posible que en el año 2050 estemos conviviendo con Asimo», asegura Chiba. Por ejemplo, los humanoides podrían asumir el papel de policías o trabajar en estacionamientos para indicar el camino. Y es que Japón es un país cuya población está disminuyendo a causa del rápido envejecimiento. En vez de compensar la falta de mano de obra con la inmigración, los japoneses prefieren sustituir a los hombres. No se descarta que ya durante los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio puedan intervenir robots para recibir a los visitantes. «Es más rápido desarrollar robots que hablen inglés que enseñarles el inglés a los japoneses», dice el portavoz de Miraikan.
Aun así, «Asimo» y sus colegas aún no han sido integrados en la vida cotidiana. «Se necesita tiempo para crear un entorno en el que puedan moverse los robots», admite Atsushi Ozawa, un colega de Chiba. Sin embargo, el camino que conduce a esa realidad ya parece estar allanado, porque probablemente ningún otro pueblo está tan abierto a los robots como los japoneses. A ello contribuyó el famoso cómic «Tetsuwan Atomu» (Astro Boy) del dibujante Osamu Tezuka de las décadas de los 50 y 60, que se convirtió en símbolo de la fascinación que despiertan desde hace varias generaciones la técnica y los robots de todo tipo.
Los expertos señalan como otra influencia la religión animista Shinto. Según esta creencia japonesa, no sólo los seres vivos tienen un alma, sino también cosas como piedras y árboles e incluso aparatos electrodomésticos y, por supuesto, también los robots. En Japón no es nada insólito que sacerdotes Shinto limpien espiritualmente frente a sus santuarios autos recién comprados. «Para la gente en Occidente, los robots son máquinas; para nosotros son amigos», dice Chiba.
Uno los robots integrados en la vida cotidiana de Japón es la aspiradora «Roomba», muy popular en este país. También en la isla artificial de Odaiba en Tokio circula un tren sin conductor humano y capaz de adecuarse a las velocidades del viento. En tanto, en el barrio de Shinagawa, dice Ozawa, hay una máquina expendedora de bebidas capaz de leer la cara de los clientes, a quienes se dirige diciendo, por ejemplo: «Usted parece estar agotado». A continuación, el robot le sugiere que tome una bebida apropiada. Asimismo, en Japón hay muchos aseos de alta tecnología con mecanismos ajustables para calentar el agua y el asiento y que abren automáticamente la tapa cuando uno se acerca. Las pantallas de los cajeros automáticos saludan a los clientes que se acercan por altavoces mientras que una señora de cómic se inclina cortésmente en la pantalla. En los baños japoneses, se señala a través de un altavoz el momento en que el agua de la bañera ha alcanzado la temperatura previamente programada.
Por todas partes hay altavoces que acompañan a cada paso a los japoneses, como si fueran robots invisibles que te llevan por el día a día en condiciones de seguridad. En todo el país, las escaleras mecánicas llaman constantemente a las masas a colocarse a la izquierda y sujetarse bien. Muchos camiones avisan acústicamente a los peatones que van a girar cuando el conductor acciona la luz de giro.
«Creo que en Europa y los Estados Unidos la gente está culturalmente condicionada para pensar en sí mismo. En cambio, la cultura japonesa te induce a hacer algo para los demás y viceversa», explica Chiba, al tiempo que agrega: «Para los japoneses, una sociedad ideal es aquella en la que los robots asuman tales papeles».
Ya en la Edad Media había una muñeca que servía el té mediante un mecanismo de rebobinado. Desde la década de los 50, los robots son para los japoneses «héroes que resuelven problemas que el hombre solo no puede resolver», explica Chiba.
Actualmente, uno de los ámbitos en donde los desarrolladores concentran su atención es el área de cuidados. Por ejemplo, el gigante de la electrónica Panasonic creó una cama robótica que puede convertirse automáticamente en silla de ruedas. El siguiente paso es el desarrollo de un robot que ayude a personas mayores a caminar y a ir al baño. Hasta ahora, como consecuencia de la falta de estándares industriales, muchas veces les resulta difícil a las empresas desarrolladoras dar el salto de los prototipos al éxito comercial. Ello explica en parte por qué los robots aún no están omnipresentes en el país.
El establecimiento de un nuevo estándar global de seguridad para robots podría ayudar a poner en marcha la «revolución robótica» recientemente anunciada por el primer ministro japonés, Shinzo Abe. Los expertos locales también depositan grandes esperanzas en el robot humanoide «Pepper», de la compañía de telecomunicaciones Softbank, que es capaz de interpretar emociones y cuyo lanzamiento al mercado está previsto para febrero. «En el pasado, los robots simplemente hacían los que el hombre había programado», dice el presidente de Softbank, Masayoshi Son, y añade: «Sin embargo, lo que nosotros queremos lograr es un robot con personalidad que con su propia voluntad pueda contribuir a la felicidad de una familia».
Para ello, «Pepper», que tiene una altura de 1,21 metros y un peso de 28 kilos, ha sido dotado de la inteligencia artificial más moderna y de una tecnología de reconocimiento de voz. Con estos avances y gracias a la incorporación de más de una decena de sensores, «Pepper» puede reconocer diferentes situaciones anímicas, expresiones de la cara y gestos. La idea es que este robot no sólo trabaje en oficinas. Gracias a su precio relativamente económico de 198.000 yen (unos 1.360 euros o 1.650 dólares), también podrá ser usado en los hogares privados, dice Ozawa.
Sin embargo, las ideas de los desarrolladores de robots en Japón van mucho más lejos. Ozawa enseña cuadros pintados por aficionados que recogen sus fantasías robóticas. En uno de ellos aparece un insecto robótico que alza la vista hacia un gato. Algún día, asegura Ozawa, los seres humanos podrán trasladarse al mundo de los escarabajos y otros animales. Personas mayores con problemas de salud podrán enviar como su representante a un robot a acompañar a sus nietos durante una excursión de submarinismo o montañismo. «Lo que impulsa a muchos investigadores japoneses es el deseo de hacer realidad sus sueños infantiles mediante robots», concluye Ozawa.
FUENTE: dpa
08 de ener de 2015
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